Algunos han comparado la ley del matrimonio homosexual con aquella ley del divorcio contra la que mucha gente protestó en su momento. Desde mi punto de vista la comparación es muy pero que muy difícil.
Sonará raro pero yo estoy a favor del divorcio. La gente se equivoca y es mejor separarse que soportar un/a indeseable durante muchos años. Ahora bien, como soy católica, para mi el divorcio no es sinónimo de volver a la soltería: una persona casada no se puede volver a casar justamente porque ya está casada ¿no?. Es que para los católicos el matrimonio eclesial es el que cuenta...ahí das tu palabra y...bueno, ese es otro cantar. A vosotros, que sois seres tolerantes, seguro que os basta con lo que ya he dicho.
Volviendo al tema, tal convicción se basa fundamentalmente en mi propia experiencia. Si, soy hija de un matrimonio roto, y gracias a Dios. Digo esto porque algunos han salido a gritar aquello de que en la manifa del sabado no cabían los matrimonios separados 'porque los hijos de estos no tienen un papá y una mamá'. En mi opinión se equivocan.
Todos necesitamos el modelo masculino y el modelo femenino. Todos, hasta la época. Porque el carecer de alguno de los dos modelos supone ciertos daños, deja huecos que los niños 'de familias normales' no tienen. Eso lo
sé yo. Así que no me vengan con aquello de que es exactamente igual tener padre que no tenerlo o viceversa. No señores, no es lo mismo ni es igual.
Por otra parte, el hecho de no tener padre o madre no quiere decir que la familia ya no sea posible. Para mi una familia está compuesta por padre madre e hijos. Eso como idea ideal -válgame la redundancia- lo demás es un sucedáneo. Pero lo que realmente hace familia son las relaciones que se forman dentro de ella. Actualmente hay muchas familias que lo son en apariencia pero no de hecho: reina el individualismo, el egoísmo, los padres no conocen a los hijos, les tratan mal, o al revés!!! etc etc. Alguien que sabe de psicología me dijo que la familia es, sencillamente, aquel lugar en el que no tienes que luchar por ser aceptado, sino en el que te aceptan tal y como eres. Y para postre, te quieren.